jueves, 27 de diciembre de 2007

Poética 2







La poesía es también un oficio. Con esto queremos decir que, como en todo oficio, también dispone de unas herramientas que el poeta/artesano puede utilizar en sus poemas. Es objetivo de estas poéticas mostrar algunas de ellas. Sin embargo, no es cuestión de precipitarse ni, mucho menos, de obsesionarse. Lo primero que hay que tener en cuenta es que todos los recursos siempre tienen que estar al servicio del poeta y no al revés. Un poema hecho tan sólo para demostrar que uno domina mucho será una perfecta demostración de la nada. Recordemos lo que decíamos en la primera poética: primero tenemos que querer decir algo y ganas de comunicarlo a los demás. La técnica siempre viene después.
Así pues, hoy nos ocuparemos de tres "nuevos" amigos (siguiendo las Lecciones de García Montero): la METÁFORA, la METONIMIA y la PERSONIFICACIÓN. ¿Os parece bien? Pues, ¡allá vamos!
Luis García Montero dice, a propósito de la metáfora, que es aquello que un poeta descubre después de haber aprendido a mirar. Hay cosas que tienen semejanzas entre ellas, podemos cambiar sus nombres, jugar con las imágenes que nos evocan, disfrazar el mundo que nos entra por los ojos. Las metáforas sirven para explicar el estado de ánimo con el que nos miramos las cosas. Vale la pena recordar aquí aquellos conocidos versos de Verlaine:


Verlaine


"Il pleure dans mon coeur
com il pleut sur la ville..."

Así, la escarcha, para García Montero, podría ser una "lágrima de invierno", si nos sentimos tristes; o el "azúcar del invierno", si estamos contentos. Podemos probar de hacer algo parecido: busquemos una imagen y acompañémosla de una metáfora que refleje nuestro estado de ánimo. Imaginemos, por ejemplo, el patio de una escuela. Una de mis alumnas, Laia Toronell (quince años), escribió que puede ser un "paraíso de risas" o también una "lluvia de ruidos", según se sintiera de una u otra manera. Interesante, ¿no?
La metonimia, en cambio, la utilizamos cuando, para escribir sobre una cosa o sobre alguien, utilizamos el nombre de otra que siempre aparece junto a ella. Así, por ejemplo, nos podemos enamorar de unos ojos verdes o lograr que todo el mundo escuche nuestra voz. "Ojos verdes" y "todo el mundo" no es exactamente aquello que queremos expresar. El enamoramiento afecta al cuerpo y al alma de la persona y "todo el mundo" no incluye, necesariamente, animales, plantas o edificios. Sin embargo, son imágenes suficientemente expresivas para el lector: los ojos son belleza, atracción, ideal... Todo el mundo es el grito de quien quiere ser escuchado, necesidad de proclamar a el máximo número de personas lo que uno es.
Finalmente, la personificación. Es el recurso gracias al cual hablamos de animales o cosas como si fuesen personas. Por ejemplo, la alegre primavera o el cielo triste de otoño.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Poética 1


Para inicar este tema de la mirada, vamos a empezar bien, o sea, con poesía. Leamos estos dos poemas de Eloy Sánchez Rosillo que pueden ser un magnífico prólogo a las reflexiones propuestas:

MIRAR

Mirar es poseer:
todo es tuyo si miras,
aunque el ciego te vea
con las manos vacías.


LA CEGUERA


Mirar no es sólo asunto de los ojos.
Primero, ciérralos unos instantes
y dentro de ti busca -en tu sosiego-
la facultad de ver.
Y ahora ábrelos, y mira.
Es enero ahí afuera, pero está
muy hermosa la vida esta mañana.
Cuánto sol en los álamos
que en trémulas hileras van creciendo
en esta vieja plaza
de tu ciudad. Un día y otro día,
durante muchos años,
a su lado pasaste y no los viste,
ciego que dabas pena y que hoy, por fin,
de milagro has sanado y puedes ver
y en tu mirar te salvas.











Dice Luis García Montero, en su libro Lecciones de poesía para niños inquietos, que "lo más importante para cualquier artista es aprender a mirar". La poesía, es por tanto, una manera especial de ver el mundo. En esta manera particular de observar lo que le rodea, el poeta necesita dotarse de ciertos atributos sin los cuales, difícilmente, su visión tendrá algún interés. En primer lugar, la curiosidad, o lo que es lo mismo, las ganas de mirar, el deseo de pasar por el mundo sin pasar de todo. La curiosidad por aprender y por aprehender para después transmitir trasladándolo al papel impreso. Miquel Martí i Pol cuenta que en una carta que le escribió el también poeta Joan Vinyoli, éste le comentaba que "me atrevo a decir que vivo poéticamente cada momento del día y de la noche". Me parece importante resaltar esta actitud para quitarnos de la cabeza, ya desde el primer momento, la falsa idea de que la poesía nace de estados especiales de inspiración o fruto de una noche con demasiados estimulantes. No, la poesía, como nos indica Vinyoli, tiene mucho más que ver con una actitud, con una manera de estar y de ser en nuestro mundo. Hay que aprender a mirar bien, conviene saber lo que hay que mirar y desatender aquello que no merece nuestra dedicación ni nuestro tiempo. "A veces las cosas no son lo que parecen", nos advierte también el escritor granadino. Hay, por tanto, que sacar nuestras propias conclusiones. Nuestra mirada ha de ser, por encima de todo, precisamente eso, nuestra. En esta búsqueda de nuestra personalidad como poetas tiene que ver mucho el estilo, del que hablaremos más adelante. Baste que, por el momento, nos preocupemos por mirar por nosotros mismos y no a través de los ojos de otra persona. Un poeta, un artista, sin personalidad acaba convirtiéndose en una caricatura de lo que desea ser. ¿Sabéis cómo uno acaba siendo realmente único? Entre otras cosas, gracias a los detalles. Todos nosotros, al cabo del día, hacemos cosas que hacen millones de seres humanos como nosotros: nos despertamos, desayunamos, acudimos a nuestros quehaceres habituales, amamos, nos enfadamos, ganamos y perdemos amigos, dormimos... Sin embargo, cada una de nuestras vidas,a poco que cuidemos los detalles, será absolutamente distinta de la de cualquier otro. ¿Por qué? Pues porque, sencillamente, sabremos llenarla de matices únicos y personales. A este propósito el profesor de literatura protagonista de la excelente novela de Luis Landero, Hoy Júpiter, les dice a sus alumnos:

Luis Landero Joan Vinyoli


"Todo está en los detalles. Amar lo concreto, reposar la mirada en las cosas que nos rodean, es la clave para entender algo del mundo y captar su belleza."

Es por esto por lo que, aún hoy, merece la pena seguir escribiendo poemas de amor. Se han escrito millones, contando todas las situaciones posibles: pasión, desamor, celos, traición... ¿Para qué seguir escribiendo? Para demostrar que, a partir de la extraordinaria tradición literaria que nos precede, un poeta puede seguir creyendo que será único, que, afortunadamente, no estará solo, pero podrá seguir siendo él.
No quisiera terminar esta breve reflexión sobre la importancia de la mirada en la poesía sin mencionar el discurso de agradecimiento al premio Nobel de Literatura que pronunció el poeta polaco Czeslaw Milosz en 1980. En él, citaba la experiencia que le supuso la lectura de un libro de otro premio Nobel, Selma Lagerlof, Las maravillosas aventuras de Nils, donde aparece el héroe sobrevolando la tierra y contemplándola a lo lejos, pero, al mismo tiempo, capaz de ver en ella hasta el más mínimo detalle. Dice Misloz:


C. Misloz

"éstas serían, pues, a mi modo de ver, las dos cualidades del poeta: el ansia de ver y el deseo de describir lo que ve".