La poesía es también un oficio. Con esto queremos decir que, como en todo oficio, también dispone de unas herramientas que el poeta/artesano puede utilizar en sus poemas. Es objetivo de estas poéticas mostrar algunas de ellas. Sin embargo, no es cuestión de precipitarse ni, mucho menos, de obsesionarse. Lo primero que hay que tener en cuenta es que todos los recursos siempre tienen que estar al servicio del poeta y no al revés. Un poema hecho tan sólo para demostrar que uno domina mucho será una perfecta demostración de la nada. Recordemos lo que decíamos en la primera poética: primero tenemos que querer decir algo y ganas de comunicarlo a los demás. La técnica siempre viene después.
Así pues, hoy nos ocuparemos de tres "nuevos" amigos (siguiendo las Lecciones de García Montero): la METÁFORA, la METONIMIA y la PERSONIFICACIÓN. ¿Os parece bien? Pues, ¡allá vamos!
Luis García Montero dice, a propósito de la metáfora, que es aquello que un poeta descubre después de haber aprendido a mirar. Hay cosas que tienen semejanzas entre ellas, podemos cambiar sus nombres, jugar con las imágenes que nos evocan, disfrazar el mundo que nos entra por los ojos. Las metáforas sirven para explicar el estado de ánimo con el que nos miramos las cosas. Vale la pena recordar aquí aquellos conocidos versos de Verlaine:
Verlaine
"Il pleure dans mon coeur
com il pleut sur la ville..."
Así, la escarcha, para García Montero, podría ser una "lágrima de invierno", si nos sentimos tristes; o el "azúcar del invierno", si estamos contentos. Podemos probar de hacer algo parecido: busquemos una imagen y acompañémosla de una metáfora que refleje nuestro estado de ánimo. Imaginemos, por ejemplo, el patio de una escuela. Una de mis alumnas, Laia Toronell (quince años), escribió que puede ser un "paraíso de risas" o también una "lluvia de ruidos", según se sintiera de una u otra manera. Interesante, ¿no?
La metonimia, en cambio, la utilizamos cuando, para escribir sobre una cosa o sobre alguien, utilizamos el nombre de otra que siempre aparece junto a ella. Así, por ejemplo, nos podemos enamorar de unos ojos verdes o lograr que todo el mundo escuche nuestra voz. "Ojos verdes" y "todo el mundo" no es exactamente aquello que queremos expresar. El enamoramiento afecta al cuerpo y al alma de la persona y "todo el mundo" no incluye, necesariamente, animales, plantas o edificios. Sin embargo, son imágenes suficientemente expresivas para el lector: los ojos son belleza, atracción, ideal... Todo el mundo es el grito de quien quiere ser escuchado, necesidad de proclamar a el máximo número de personas lo que uno es.
Finalmente, la personificación. Es el recurso gracias al cual hablamos de animales o cosas como si fuesen personas. Por ejemplo, la alegre primavera o el cielo triste de otoño.
La metonimia, en cambio, la utilizamos cuando, para escribir sobre una cosa o sobre alguien, utilizamos el nombre de otra que siempre aparece junto a ella. Así, por ejemplo, nos podemos enamorar de unos ojos verdes o lograr que todo el mundo escuche nuestra voz. "Ojos verdes" y "todo el mundo" no es exactamente aquello que queremos expresar. El enamoramiento afecta al cuerpo y al alma de la persona y "todo el mundo" no incluye, necesariamente, animales, plantas o edificios. Sin embargo, son imágenes suficientemente expresivas para el lector: los ojos son belleza, atracción, ideal... Todo el mundo es el grito de quien quiere ser escuchado, necesidad de proclamar a el máximo número de personas lo que uno es.
Finalmente, la personificación. Es el recurso gracias al cual hablamos de animales o cosas como si fuesen personas. Por ejemplo, la alegre primavera o el cielo triste de otoño.
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