La aparición de un nuevo libro de Eloy Sánchez Rosillo (Murcia, 1948) es ya de por sí una excelente oportunidad de celebrar que esto de ser "humano" no está tan perdido como parece. En efecto, Oír la luz (Tusquets, sept. 2008), es un excelente poemario para celebrar la condición humana y no cejar en el empeño de ir, día a día, paso a paso, tratando de ser un poquito mejores. Sánchez Rosillo nos habla de la luz, es decir, del optimismo vital, de la esperanza, del "a pesar de todo", sin los cuales, no nos vamos a engañar a estas alturas, caminar por estos vericuetos existenciales se haría del todo impracticable. Pero, y ahí también está lo bueno, para los dispuestos a alzar la mano para advertinos que no podemos ser ingenuos, les lanza una mirada de tranquilidad: tranquilos, sabemos que esto no es un camino de rosas, nuestra fe en el ser humano, en la propia existencia, nace del convencimiento de que el dolor también nos es consustancial. Quizá la mejor manera de ejemplificarlo esté en el poema titulado "Una verdad". De forma cíclica, perfecta, a imagen de la vida, las primeras palabras toman conciencia:
"La vida nos enseña muchas cosas
acerca del dolor."
Pero el poema termina, también desde la conciencia (no podría ser de otro modo) con una constatación no menos cierta:
"Y pude entonces constatar del todo
que al final del dolor no existe ya dolor,
que allí nos abre siempre la compasión sus brazos
y la verdad más honda es la alegría."
Si alguien buscaba un motivo para leer a Sánchez Rosillo, nada mejor que estos versos para acabar de empujarle a hacerlo. Y, como siempre, ¡feliz lectura, feliz vida!
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